lunes, 31 de diciembre de 2012

Homenaxe aos mineiros.


El despertar d una noche de verano.
Mara Meroni: Madrid obrero, saluda a los mineros!

La multitud se agita, se mueve después de horas de espera, se respira una alegría profunda y hay algo mágico en la atmósfera. Hace una noche de verano preciosa, de esas noches madrileñas que no se pueden explicar si no se ha tenido la suerte de verlas, con esta luna llena que broncea de plata todo lo que toca. A lo lejos, el faro de Moncloa, con su luz blanca y su extraña forma, parece el casco de un minero con la linterna encendida en la oscuridad. Desde su altura y acostumbrado a vigilar el cansino movimiento del tráfico, seguramente disfruta de una imagen única esta noche, una imagen que parece sacada de otra época. Banderas rojas, himnos y consignas revolucionarias, gente que se agolpa bajo un Arco del Triunfo que nos devuelve a la memoria nuestra derrota. La histeria nos invade. "¡Que vienen!", se oye pasar de boca en boca. Otra vez el movimiento balanceante; somos olas de una mar humano. De repente llega alguien que nos hace retroceder. Se ha creado un pasillo por donde pasan coches, y más coches... todo es confusión. Me siento emocionada, parece que de golpe estoy dentro de estas fotos míticas, Fausto Coppi en el medio de una mancha humana subiendo el Alpe d'Huez, que mi abuelo conserva con cariño y le hace cerrar los ojos y sonreír a pesar de todos sus males. Pero no es la caravana del Tour de France lo que está llegando, ni es un concierto de los Beatles, tampoco el desfile de la Selección Española. Como el milagro bíblico, la marea humana se abre, se divide, deja un espacio libre, pero en vez de Moisés y los hebreos, aparecen ellos: han llegado los mineros. Pasan en medio del mar de gente divido y les queremos mirar de cerca, tocarles, darles nuestro apoyo. Gritamos, exultamos, con el puño en alto y sonriéndoles, llorando, queremos que sepan que agradecemos su marcha, necesitamos su lucha, para despertarnos y desperezarnos de nuestras precarias, pero cómodas vidas. Al final el grisú ha afectado a todos los trabajadores, drogándonos y haciéndonos creer en la ilusión de formar parte de una clase distinta a la clase obrera, este simulacro que llaman clase media. Por eso necesitamos esta vuelta a la realidad, esta valentía de luchar por un porvenir mejor, este cubo de agua gélida en la cara que nos despierte de nuestro coma posmoderno. Los mineros son nuestra vanguardia, pero todos somos del mismo ejército. No nos importa que nos digan que las ideologías han muerto, que ya no hay clases, y que la minería es un trabajo de un mundo que ya no existe. Aquí estamos reunidos, fraternamente abrazados con desconocidos de todas las edades, todos cantando al unísono con un nudo en la garganta La Internacional. La gente se dispersa y yo regreso a casa tarareando en voz baja Santa Bárbara Bendita, tranlaralará... Los mineros siguen su curso, bajan por Princesa, dirección a Sol. Ya en la cama fantaseo imaginando la escena que se habrá vivido en el salón del Palacio de Liria. Los burgueses, entretenidos en su sobremesa, se sorprenderán del ruido que llega de la calle y, como recién salidos de una novela de Zola, decidirán temblando correr sus lujosas cortinas y apagar las luces para que los huelguistas no noten su presencia. De repente, son ellos los que quisieran estar bajo tierra. La luz de una linterna o tal vez la de la justicia, tarde o temprano los descubrirán. Esta noche no todo el mundo va a dormir tranquilo.



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