Feliz y combativo 2017. Carta de Alberto Garzón
Queridos compañeros,
queridas compañeras.
Os escribo con la intención de transmitiros mis mejores deseos para este año que ahora entra. Al mismo tiempo, aprovechando la ocasión me gustaría compartir algunas reflexiones que espero sean oportunas y útiles para el año 2017. Durante este año 2016 ha tenido lugar la sexta convocatoria electoral en apenas dos años, un reflejo más de la enorme volatilidad e inestabilidad política por la que atraviesa nuestro país. Afortunadamente, en este tiempo hemos conseguido dos objetivos estratégicos. Por una parte, hemos asegurado la supervivencia de la izquierda organizada en nuestro país en un momento de implosión del sistema de partidos. Esta no era tarea fácil, y en juego estaba la desaparición de la única organización de izquierdas con tradición marxista en nuestro país. Gracias al esfuerzo de nuestra lúcida militancia hemos logrado evitar ese escenario. Por otra parte, hemos logrado también iniciar un proceso de unidad electoral que hasta el momento nos ha permitido participar en gobiernos municipales y en un espacio electoral estatal que representa en torno a uno de cada cuatro votantes. Esto es tanto una anomalía histórica en nuestro país, pues nunca un espacio a la izquierda del PSOE había cosechado tanta simpatía, como una anomalía europea, pues somos de los pocos países en los que la crisis no está evolucionando pareja a un crecimiento de la extrema derecha.
Sin embargo, creo no es un momento de autocomplacencia, sino de enfrentarnos a los importantes retos que enfrentamos como organización, como clase y como país.
En primer lugar, la dinámica capitalista y su crisis sigue haciendo estragos en nuestra sociedad. En los últimos años han aumentado las privaciones de bienes y servicios esenciales para la vida para las clases populares. El desempleo y la precariedad se extienden, lo que está condenando a cada vez más sectores sociales a tener que vivir al límite. No abundaremos en cifras y datos porque los conocemos y porque somos nuestras familias, nuestros barrios y nuestra clase social los que sufrimos estas penalidades. Y esta situación, lejos de resolverse, se está agravando como consecuencia de la hoja de ruta de los recortes y la austeridad neoliberal impuesta por la oligarquía económica europea y española.
En segundo lugar, esta hoja de ruta ha podido continuar en nuestro país porque no logramos uno de los objetivos concretos que nos habíamos marcado: gobernar España. Ni lo conseguimos en diciembre de 2015 ni tampoco en junio de 2016. Precisamente durante este año hemos visto cómo la oligarquía española se veía obligada a intervenir cuasi-militarmente el Partido Socialista para evitar un gobierno alternativo al de Rajoy en el que tuviéramos influencia política. Aquella operación comandada por Felipe González y Susana Díaz era previsible, pero aislada no basta para explicar el gobierno de Rajoy. Debemos subrayar la incapacidad propia de atraer electorado suficiente. Quizás por cansancio, seguro por nuestros errores, mucha gente que confió en nosotros en diciembre se quedó en casa en junio. Mucha gente que sufre la crisis y es víctima de la dinámica del capitalismo no ha votado en las últimas elecciones o lo ha hecho por partidos del régimen. Este es nuestro gran reto no resuelto.
En tercer lugar, nuestra organización ha estado tradicionalmente condenada a la invisibilidad mediática. Quizás esto cambiaría si nos comportáramos de forma sumisa al régimen y los poderes económicos. Si dejáramos de pedir la nacionalización de las grandes empresas energéticas y financieras, si dejáramos de pedir la salida de la OTAN, si dejáramos de exigir un Estado laico, si dejáramos de reivindicar la memoria histórica, si dejáramos de señalar la corrupción del sistema, si dejáramos de señalar que el patriarcado mata, si dejáramos de considerar simple «ciudadano» a quien usurpa la soberanía popular… Si hiciéramos alguna o todas de esas cosas probablemente tendríamos más minutos en televisión, reportajes especiales sobre la izquierda amable y de orden y tendríamos a editoriales de los grandes medios explicando lo bueno que somos. Pero si hiciéramos eso, si dejáramos de ser lo que somos, también dejaríamos de ser decentes, dignos y, sobre todo, útiles para la causa del socialismo.
Estamos orgullosos de defender nuestras ideas y trabajamos para extenderlas, porque entendemos que es la única forma eficaz de luchar contra la crisis y contra el capitalismo. Porque es la única forma de lograr una vida digna. Y tenemos una organización que ha de afrontar nuevos e importantes retos, pero que está mejor de lo que ha estado en décadas. Tenemos la representación parlamentaria en Congreso y Senado más alta desde 1996, y participamos en un espacio político que representa el 25% del electorado en estos momentos. Y, sin embargo, eso sólo es una pequeña parte de lo que somos, pues lo más importante es nuestra militancia, y nuestra capacidad de transformar conciencias y realidades desde abajo, desde los barrios y desde los centros de trabajo. Por eso hemos iniciado campañas estratégicas como la campaña «¡Que no nos jodan la vida!», instrumento necesario para llegar a toda la gente que nos falta y que, como el resto, espera también construir soluciones a sus problemas concretos.
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